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Intolerancia a la lactosa, causas, síntomas y tratamiento

julio 28, 2020 0
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La lactosa es el azúcar principal presente en cualquier leche, desde la materna a la de oveja o de cualquier otro mamífero, e incluso en las desnatadas. Se necesita de una enzima llamada lactasa para descomponer este hidrato de carbono en dos moléculas sencillas, la glucosa y la galactosa, para que puedan ser absorbidas. Por tanto, el déficit de esta enzima es la que genera la intolerancia a la lactosa.

Ahora se sabe que las células que recubren el intestino delgado (llamadas enterocitos) son las responsables de producir la lactasa. En la mayoría de mamíferos la lactasa se deja de producir tras el destete. Pero en su evolución el ser humano desarrolló la capacidad de mantenerla activa, lo que le dio una ventaja competitiva ayudándole a sobrevivir en entornos hostiles.

En los europeos la producción de lactasa se conserva durante toda la vida y va disminuyendo con la edad, de forma que en adultos puede comenzar a ‘sentarnos mal’ la leche.

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Síntomas

Esta dolencia no es algo nuevo. En el siglo V antes de Cristo Hipócrates, el griego considerado como el padre de la Medicina, ya describió síntomas intestinales de personas a las que les sentaba mal tomar leche o quesos.

La mala digestión de la lactosa provoca que el nivel de este azúcar sea elevado en el intestino delgado, atrayendo agua. Esto favorece las diarreas o en ocasiones el estreñimiento. Además, cuando la leche llega al colon las bacterias que existen en el intestino grueso hacen fermentar la lactosa produciendo gases, originando flatulencias y distensión abdominal.

Los síntomas los notaremos entre 30 minutos y 2 horas después de haber ingerido lácteos. La cantidad que debe tomar para presentar síntomas cambia en cada paciente en función del volumen de lactasa que todavía produzca.

Los síntomas son los mismos que describió Hipócrates hace más de 2.000 años:

      • Diarrea
      • Gases
      • Hinchazón abdominal
      • Fatiga y en ocasiones vómitos

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Causas de la intolerancia a la lactosa

Existen personas que tras la infancia dejan de producir esta enzima por una cuestión genética. Y quien nace con la imposibilidad de producir lactasa debido a una mutación en el gen LCT, una enfermedad considerada rara.

Sin embargo, la mayoría de los pacientes no tienen problemas genéticos. El origen de la alteración en la producción de enzimas tiene que ver con el funcionamiento del intestino, explica el doctor José María Mesa. Los factores desencadenantes pueden ser variados: una intervención intestinal, una enfermedad cuyo tratamiento haya afectado a la función intestinal, una dolencia crónica como el Crohn… 

De hecho, sólo un 5% de las personas con síntomas tienen únicamente una intolerancia a la lactosa por un déficit de lactasa, señala Mesa. El 95% restante sigue teniendo problemas.

“La razón es que la lactosa es la punta del iceberg, estos pacientes presentan intolerancias a más alimentos, y éstas a su vez perjudican la producción de las enzimas”. Por tanto, el enfermo no mejora en absoluto o mejora sólo temporalmente cuando se les trata por déficit enzimático.

Y es que las intolerancias no se producen sólo a los hidratos de carbono como la lactosa, sino también a las proteínas. Y la de la leche es una de las más frecuentes. Por eso “requieren un estudio en profundidad para realizar un diagnóstico correcto”, explica.

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¿Qué es la intolerancia a la proteína de la leche?

En concreto, hay pacientes que desarrollan intolerancia a las proteínas de distintos alimentos debido a una respuesta inmune incorrecta de las células que componen la superficie de absorción del intestino (enterocitos). Estas identifican erróneamente las proteínas presentes en la luz intestinal y las califican como un agente extraño al que hay que atacar.

La señal de alarma desencadena la liberación de histamina y con ella un fenómeno inflamatorio. Con él se imposibilita la producción de algunas de las enzimas necesarias para degradar los alimentos, en este caso, la producción de lactasa.

Dado que el paciente no suele identificar el el alimento que le perjudica, sigue comiéndolo. Por tanto, como consecuencia de sucesivas inflamaciones se produce un aumento de la permeabilidad intestinal. La unión entre las células que componen la pared del intestino se debilita. Y la fragilidad de esta barrera facilita la entrada de proteínas sin digerir que se ‘cuelen’ dentro del organismo.

Recuperación posible

El sistema inmune no reconoce estas partículas, ya que nunca debieron entrar, y emite la orden para atacarlas. Así,se genera una nueva reacción inmune dentro de la pared intestinal y del torrente sanguíneo con la liberación de histaminas y un mayor fenómeno inflamatorio.

Un proceso de alerta y defensa en el que se crea un círculo vicioso que conduce a un deterioro continuado de la salud del paciente, que comienza a presentar nuevos síntomas que ya nada tienen que ver con el aparato digestivo.

Es muy común tener intolerancia a la proteína de la leche, así como a la del trigo, entre otras. La sintomatología es más amplia y se produce entre 24 y 72 horas de haber ingerido el alimento. Un correcto abordaje puede llegar a recuperar la funcionalidad del intestino por completo.

Test de intolerancia a la lactosa

El médico diagnosticará una intolerancia a la lactosa tras un examen físico, complementado con la conversación con el paciente y pruebas.

La intolerancia a la lactosa se comprueba con un test de hidrógeno espirado. Es una prueba sencilla e indolora. Se basa en que la fermentación de la lactosa libera hidrógeno –entre otros gases– y éste sube por el tubo digestivo, por lo que se puede detectar en el aliento.

Se realiza simplemente soplando en un aparato específico dotado con un sensor. Para ello, el paciente debe ingerir en condiciones controladas un cierto volumen de lactosa. En las siguientes horas y a intervalos regulares, se va midiendo el nivel de hidrógeno que desprende su aliento.

Esta prueba no es sólo útil inicialmente, sino también tras haberse tratado las intolerancias a las proteínas de los alimentos y actuado para recuperar la pared intestinal.

Porque el paciente puede que continúe con el déficit de producción de lactosa, bien porque las células del epitelio del intestino (los enterocitos) no lleguen a funcionar adecuadamente o por una cuestión de edad. De ahí que haya que vigilar también este aspecto.

Además, son necesarias pruebas complementarias para conocer si tenemos una reacción adversa también ante otros alimentos.

Test Intolerancia a la proteína de la leche

Pero además, si se tienen sospechas de que puede haber intolerancia a la proteína de la leche o de otros alimentos, es necesario realizar una prueba específica para confirmarlo. Esta se realiza en laboratorio con una muestra de sangre extraída al paciente.

Con el test de intolerancia alimentaria se comprobará si existe una reacción del sistema inmune del enfermo a la proteína de la leche o de otros alimentos.

Tratamiento de la intolerancia a la lactosa 

Si únicamente se padece intolerancia al hidrato de carbono, el tratamiento pasa por limitar o eliminar los lácteos.

Además, se tratará de recuperar la función intestinal completa. Si esto no fuera posible –por cuestiones de edad, genética o por deterioro del intestino– la intolerancia será permanente.

Por lo tanto, en caso de que se mantenga un cierto nivel de producción de enzima  se podrá tolerar en alguna medida el consumo de lácteos. Pero de no generarse la enzima en absoluto, habrá que eliminarlos por completo de la dieta.

En ocasiones se pueden utilizar pastillas de lactasa como complemento, aunque su acción es muy limitada. Finalmente, el paciente también podrá ingerir alimentos libres de lactosa (leches y otros lácteos creados específicamente para este público).

Tratamiento de las intolerancias a proteínas

La primera medida es retirar la puesta en contacto con aquellos alimentos que provocan una reacción adversa. El doctor Mesa señala que “si el fenómeno inflamatorio se ha mantenido durante años se puede producir como complicación el sobrecrecimiento bacteriano (SIBO), aumento de la permeabilidad, otras intolerancias…  Nos encontraremos ante un problema que es de mayor envergadura. Éstas son complicaciones secundarias al fenómeno inflamatorio”.

El tratamiento se personaliza para adecuarlo a cada paciente. Se tiene en cuenta el número de alimentos que no pueda ingerir,  sus necesidades de nutrición y el momento de la evolución de la intolerancia alimentaria.

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