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Intolerancia a fructosa y sorbitol: síntomas, causas y tratamiento

julio 14, 2020 0
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La fructosa fue descubierta en la fruta, de donde viene su nombre (literalmente azúcar de la fruta, azúcar = osa, fruct = de fructus, fruto), aunque también está presente en la miel, verduras e incluso en el azúcar común. La intolerancia a la fructosa debido a su mala absorción es una dolencia muy extendida. De hecho, diversos estudios científicos señalan que la padece entre el 40 y el 60% de la población. Sin embargo, está infradiagnosticada porque, como ocurre con el resto de intolerancias alimentarias, origina síntomas comunes. 

Así, los pacientes con intolerancia a la fructosa habitualmente presentan síntomas como hinchazón abdominal, diarreas y gases o flatulencias, a los que pueden añadirse náuseas, vómitos y estreñimiento, además de cefaleas.  

Aquellos que tienen problemas con la fructosa también suelen tenerla al sorbitol, un potente endulzante bajo en calorías. Y es que ambos azúcares ‘compiten’ por las mismas proteínas para ser transportados dentro del organismo.

El tratamiento tiene que ser personalizado, dado que hay que reducir la ingesta de estos azúcares hasta un nivel en el cual no provoquen síntomas. Algo que dependerá del grado de sensibilidad del paciente. Determinar si se tiene esta intolerancia es sencillo, basta con una prueba sencilla de aire espirado que debe hacerse de forma controlada. 

Casi siempre que hay una mala absorción de la fructosa-sorbitol existe también un problema de histaminosis alimentaria hacia este hidrato de carbono. Por eso existen personas que son asintomáticas. Además, es común que el paciente presente también sensibilidad a otros alimentos. Por tanto, debe acudirse a un médico que conozca bien esta dolencia para estudiar la causa y tratarla.

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Intolerancia a la Fructosa Hereditaria y mala absorción

La intolerancia a la fructosa puede deberse a un defecto genético, una enfermedad hereditaria que afecta a 1 de cada 20.000 habitantes en España. Es, por tanto, una enfermedad calificada como rara, aunque no menos importante por eso. 

Quienes padecen intolerancia a la fructosa hereditaria sufren fundamentalmente de un funcionamiento deficiente de la enzima Adolasa B, la encargada de degradar la fructosa. Y como consecuencia, ésta no puede ser transportada al interior del organismo total o parcialmente. Aunque el problema es más complejo. Para diagnosticarla es necesario realizar pruebas genéticas.

Se trata de una dolencia muy distinta a la intolerancia por mala absorción. Esta última está relacionada con un mal funcionamiento del intestino, que provoca déficits en el mecanismo de transporte de la fructosa y el sorbitol.

¿Qué es la fructosa?

La fructosa es un tipo de azúcar simple, un monosacárido, que está presente en gran concentración en las frutas y la miel, y en menor medida en las verduras. De hecho, se la considera como el azúcar más dulce, aunque no tiene un gran poder saciante. Forma parte incluso del azúcar común, la sacarosa, que se descompone en glucosa y fructosa a partes iguales. 

La industria alimentaria descubrió su poder endulzante y desde finales de los años 60  se fabrica el llamado jarabe de maíz con alta concentración en fructosa (high fructose corn syrup, HFCS) para incorporarlo en zumos y  bebidas azucaradas, así como a alimentos procesados. 

 

frutas fructosa intolerancia alimentaria

En España un estudio publicado en la revista Nutrients ha constatado que contienen azúcares añadidos el 100% de los refrescos azucarados, y el 96% de las bebidas isotónicas, cereales de desayuno y barritas de cereales, entre otros. Y los azúcares añadidos más usados son la sacarosa (que se descompone en fructosa y glucosa), la dextrosa, el jarabe de glucosa-fructosa, el caramelo y la miel (con un alto contenido en fructosa). Por eso, en muchas ocasiones, nuestra dieta tiene un exceso de fructosa. 

Mecanismo de absorción y transporte

La fructosa se absorbe en el intestino delgado, fundamentalmente en la parte final del duodeno e inicial del yeyuno. Tiene la misma composición que su ‘hermana’ la glucosa, aunque presenta una estructura distinta.

Ambas utilizan mecanismos diferentes de atravesar la barrera de la membrana intestinal para incorporarse al torrente sanguíneo. Este es el por qué, si se tiene una intolerancia a la fructosa, se puede seguir consumiendo glucosa. 

Así, la glucosa utiliza los transportadores ligados al sodio SGLT (sodiumglucose transporters) y de diversas proteínas transmembranales GLUT para atravesar la pared intestinal en un proceso que necesita emplear energía para ello. 

Para la fructosa, tras ser degradada por la Adolasa B, se utiliza un transportador intestinal específico, el GLUT5, y una proteína común con la glucosa, el GLUT2. Una activación deficiente de este proceso puede dar lugar a la malabsorción. 

La presencia de esta última molécula (GLUT2) explica por qué cuando se ingieren a la vez glucosa y fructosa esta última se tolera mejor, dado que la activación del mecanismo de transporte de una favorece el de la otra. De ahí la importancia de una dieta personalizada.

En cuanto a su entrada al interior del organismo se realiza por ósmosis, sin necesidad de utilizar energía adicional para ello (mecanismo de difusión pasiva)

¿Cuáles son los síntomas?

Una  incompleta absorción de la fructosa suele acelerar el tránsito intestinal, reduciendo el tiempo de absorción de nutrientes y de líquidos, lo que puede generar problemas. En el intestino delgado se absorbe el 80% de los líquidos y más tarde, en el colon, se les termina de extraer el agua. 

La malabsorción hace que las heces lleguen al intestino grueso con más líquido de lo debido (el llamado ‘efecto osmótico’). Además, las bacterias y levaduras de la flora del colon (microbioma) actúan sobre la fructosa fermentándola y generando como consecuencia alcohol y gases. 

Además, los problemas de absorción inflaman el intestino provocando la liberación de histamina, que potencia los síntomas y genera otros como las cefaleas. Como consecuencia de todo ello la persona siente:

    • hinchazón y distensión abdominal
    • se produce diarrea, ‘meteorismo’ o deposición ‘explosiva’
    • flatulencias

Y en menor medida

    • náuseas
    • dolores de cabeza
    • estreñimiento

¿Cómo es la prueba de intolerancia a la fructosa?

El test de intolerancia a la fructosa es una prueba diagnóstica diseñada para detectar esta anomalía. Habitualmente se utiliza el test de hidrógeno espirado, un proceso sencillo similar a una prueba de alcoholemia común.  

Para la prueba se debe ingerir una sobrecarga de fructosa de forma controlada con el fin de medir la presencia de hidrógeno en el aliento. Esta medida se obtiene cuando el paciente espira (sopla) sobre un dispositivo específico dotado con un sensor de hidrógeno. El proceso se repite varias veces en intervalos de 2 ó 3 horas, hasta obtener una curva.

curva test de hidrógeno espirado

Preparación, qué puedo sentir durante la prueba

La prueba es sencilla y no invasiva. El paciente debe evitar tomar laxantes y una serie de alimentos durante las 24 horas previas a la prueba. Entre otros, debe evitar alimentos integrales, legumbres, hortalizas, verduras o frutas, así como refrescos o embutidos elaborados, azúcar o edulcorantes. 

Se trata de un procedimiento indoloro. Eso sí, al haberse ingerido una cantidad significativa de fructosa, puede generar molestias posteriores propias de esta dolencia como hinchazón abdominal, diarreas, etc. Por ello, se hace un seguimiento del paciente.


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